Hace más de 60 años, Heidegger, un filósofo alemán señaló:
“Ninguna época ha sabido conquistar tantos y tan variados conocimientos sobre el hombre como la nuestra. Sin embargo, ninguna época ha conocido al hombre tampoco como la nuestra. En ninguna época el hombre se ha hecho tan problemático como en la nuestra.”
Esta expresión describe fielmente nuestra realidad actual. Vivimos en una sociedad convulsa en la que predomina el miedo, el temor y la ansiedad. El proceso educativo formal no ha tenido los logros esperados y todos(as) estamos conscientes de que se requieren cambios en el qué y en el cómo.
En el siglo 21 la función informativa de la escuela, la mera transmisión de conocimientos, queda rezagada y está al alcance de todas las personas que pueden acceder a un pequeño artefacto electrónico.
Hoy día es esencial entender que la función básica y fundamental de la escuela, pública o privada, es formar seres capaces de reflexionar racional y conscientemente ante el reclamo de los(as) demás; de emitir juicios; de sensibilizarse con el(la) compañero(a); de tomar decisiones justas y acertadas.
Hay que educar a la niñez y a la juventud en una cultura de valores, para que puedan poner en claro el sentido de su vida, para que construyan su marco referencial, más allá de lo puramente material o inmediato, y configuren la naturaleza misma de su ser. Esto es, educar un(a) estudiante con la capacidad de situarse en una posición digna en el mundo contemporáneo.
“La educación, si ha de servir para algo, ha de servir para humanizar.”
Maldonado (1987)